A menudo avanzamos sin saber demasiado porqué, es más, ni siquiera nos lo preguntamos, avanzamos por el pánico a quedarnos quietos, a la inmovilidad, a estancarnos, y no caemos en el hecho de que podemos estar estancados por mucho que nos queramos mover. Es más, hacer mil y una cosas sin que haya un rumbo o motivo detrás es tan inocuo como podría serlo no hacer nada. El miedo paraliza cada movimiento correcto cuando actuamos así. Necesitamos puntos de inflexión, y estos, por mucho que los busquemos, ocurren por sí solos en la mayoría de las ocasiones. Un punto de inflexión puede ser cualquier cosa importante que nos ocurra (aunque esto no implica que la hayamos provocado nosotros) y que marque un antes y un después en nuestra vida y nuestra forma de ser. Una vez que ocurra podremos elegir si hacemos pequeños cambios cambios o cambios radicales, pero de alguna manera, nosotros ya habremos cambiado algo solo con haber pasado por ese trago, y eso ya nos hace distintos. Necesitamos esos puntos de inflexión para mejorar y adaptarnos, ya que lo que hoy es una solución mañana no puede serlo de ninguna manera, y sin preparación estamos perdidos ante todo lo nuevo que nos ocurra.
Jack
No hay comentarios:
Publicar un comentario