Siempre me he preguntado hasta qué punto nos influye lo que vemos, o lo que oímos, o lo que leemos, o simplemente lo que vivimos. Ya sea para bien o para mal, que eso, al fin y al cabo, da un poco igual, teniendo en cuenta que nuestra percepción sobre un mismo hecho puede cambiar, una y otra y otra vez. Pero es curioso que no seamos capaces de determinar hasta qué punto concreto de nuestra psique ha llegado algo que ha pasado en nuestra vida, es como escapar por nuestra culpa al control de nosotros mismos, y a la vez controlarlo todo sin saberlo. Como el que sabe que es su noche de suerte en un casino y sale de allí con los bolsillos llenos de fichas (aunque ha tenido la misma sensación que cientos de pobres diablos que han entrado antes de él pero que salen debiendo mucho dinero). Es algo que me reconcome, y no porque quiera saberlo, sino porque sencillamente sé que no puedo, eso me pone rabioso. Construimos quimeras para luego perseguirlas como si jamás las hubiéramos visto, y después nos preguntamos por qué no hacemos más que dar vueltas en círculos. Parece mentira, si nosotros mismos lo hemos predispuesto. Una vez que el cordón umbilical se rompe, empieza el juego, llegado un punto nos engancharemos a algo, llámalo, sexo, drogas, cultura, música, aceptación, éxito, o como quieras hacerlo, y nos creeremos mejores que otros solo porque nosotros creemos que nuestra adicción es la mejor. Absurdo, como si discutiéramos el amigo invisible de quién es más real. Todos tenemos la misma mierda alrededor, constante y creciente, pura basugre, pero no queremos verla ni admitirla hasta que nos sentimos derrotados. Nos puede gustar o no, pero el camino está marcado, escoge tu perdición y déjate arrastrar hasta el fin que ella te proporcione, los demás harán lo propio, y a todos nos consumirá el mismo final.
Jack
No hay comentarios:
Publicar un comentario