domingo, 21 de junio de 2015

Obsoletos

En cierto sentido nada cambia. Si no estamos dispuestos a que ocurra. Por mucho que el mundo cambie a nuestro alrededor, que la gente haga las cosas de manera distinta, y demás, si nosotros nos negamos a que esos cambios lleguen a afectarnos no lo harán, pero corremos el riesgo de volvernos "obsoletos" ante el entorno. Y aunque en principio esto no parezca tener demasiada relevancia, es algo que se nota en el momento en el que tenemos que reaccionar con cierta rapidez ante algo imprevisto, ya que estamos jugando a un juego del que no podemos salir, pero cuyas reglas han cambiado y del que hemos decidido ignorar esos cambios, y nada nos suena. Nos sentimos extranjeros en un juego en el que puede que en el pasado fuésemos los reyes, o quizás simples peones, pero sabíamos cómo hacer las cosas a nuestra manera. Como si fuésemos un robot de madera tratando de apagar un incendio, nos la jugamos mucho más de lo que ocurría anteriormente, y a menos que nos queramos dar cuenta, nuestra existencia en este juego está contada, si valoramos la existencia como ese tiempo en el que tenemos la capacidad de cambiar algo. Después de eso, será peor, pues pasaremos a ser muebles, parte del paisaje, con movilidad e ideas, pero incapaces de llevarlas a cabo. Una bonita pero inútil decoración.

Jack

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