Y puede ser que todo sea una montaña rusa que un día estás arriba, y otro en el suelo, que unas veces crees que vuelas y otras, sin embargo, te están enterrando. Pero yo creo que, si la vida y las emociones son una puta montaña rusa, prefiero ser la persona que lo está pasando mal o bien mientras el aparato sube, baja, acelera y frena, que la persona prudente y sensata que se queda abajo de la atracción mientras los otros montan y que se siente segura por estar ahí y no arriba. Y nada le hace sentirse bien, ni mal, ni alegrarse, ya sea porque la atracción vaya deprisa y le guste o porque la atracción esté llegando al final de su viaje. A quién le sirve de algo un abrigo si ha decidido quedarse a vivir en Prypiat, entre el frío y la radiación, porque tiene miedo a alejarse de lo que conoce, aunque pueda casi asegurar que fuera de allí habrá algo seguramente mejor.
Jack
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